martes, 30 de noviembre de 2010

EL VIAJE

Han pasado ochenta y cuatro años y aún puedo percibir el olor a nuevo y a espectacular. Puedo recordar de mi lejano viaje, siempre presente el recuerdo, los años que no han pasado sin dejar huella, y sin duda alguna, “el avión”.
Era la vez primera que tenía el honor de admirar uno de cerca. Viajaba en mi antiguo vehículo, minutos antes de subir en el primer avión que jamás había imaginado que pudiese volar.
Podía percibir en mis rugosas manos el temblor que me producían los nervios; “un paso más y ya estoy dentro”, esto era lo único que pensaba, antes de dar el último paso y adentrarme en lo desconocido.
El viaje transcurrió sin más complicación, pero en ningún momento pensé que aquel viaje cambiaría por completo mi vida.
Acabábamos de aterrizar en la ciudad de la libertad; en la antigua y primorosa “Nueva York”. Ya estaba caminando cuando vislumbré a lo lejos la gran Estatua de la Libertad, cuyo lugar dejaría su importancia en mi vida. Pues a decir verdad allí encontré una mujer hermosa, la mujer de mis sueños. Sin más dilación en mi comportamiento me acerqué y no tardamos en entablar una larga conversación. Tiempo después cogidos de la mano paseamos por todas aquellas calles y barrios de la gran ciudad visitando así sus grandezas y maravillas. Para mí no hay estatua en nuestro planeta como la estatua de estatuas, la grandiosa y legendaria Estatua de la Libertad.
Así, hoy, me ha parecido bien escribir mi más largo viaje que cumple este mismo día ochenta y cuatro años. Viaje que nunca acabó y que nunca acabará, desde luego siempre que podáis, id a Nueva York.
Manuel Vázquez Mourazos 2ºC

No hay comentarios:

Publicar un comentario